«En los años sesenta y setenta, los movimientos de protesta a menudo se dirigían contra el éxito del capitalismo, contra la «abundancia mercantil», y se expresaban en nombre de una concepción distinta de la vida. Por el contrario, las luchas sociales y económicas de hoy se caracterizan a menudo por el deseo de que el capitalismo respete al menos sus propias promesas. En lugar de un anti-capitalismo, se trata pues de un alter-capitalismo. El «capitalismo» no son solo los «capitalistas», los banqueros y los ricos, mientras que «nosotros», el pueblo, seríamos los «buenos». El capitalismo es un sistema que nos incluye a todos; nadie puede pretender estar fuera. El eslogan «somos el 99%» es sin duda el más demagógico y el más estúpido que se haya escuchado en mucho tiempo, e incluso resulta potencialmente muy peligroso.
Uno tiene a menudo la impresión de que, en realidad, más o menos todo el mundo desea la continuidad de este sistema, y no solamente los «ganadores».
Ser expoliado se convierte casi en un privilegio (que los restos del viejo proletariado fabril defienden, efectivamente, con uñas y dientes en toda Europa) cuando el capitalismo transforma a cada vez más personas en «hombres superfluos», en «residuos».
Saber lo que está en juego se convierte en algo fundamental, y disponer de una visión global, en algo vital. Por eso, una teoría social centrada en la crítica de las categorías básicas de la sociedad mercantil no es un lujo teórico que esté alejado de las preocupaciones reales y prácticas de los seres humanos en lucha, sino que constituye una condición necesaria para cualquier proyecto de emancipación».
(Extracto sacado de la introducción de Anselm Jappe al libro «El fetichismo de la mercancía» de Karl Marx en su edición por parte de Pepitas de Calabaza)